sábado, 9 de noviembre de 2013

Capítulo 4

Nature

Era miércoles, un soleado y bonito miércoles.

Escondí las manos en los bolsillos de mis jeans mientras esperaba mi turno para pedir la lista de deportes. Que Serena me haya corrido del equipo de fútbol resultó más difícil de lo que pensé. Al parecer la nueva reglamentación exigía apuntarse a al menos un deporte y a decir verdad, estaba satisfecha con mi rendimiento en el equipo.

Suspiré, volviendo a mirar al frente como el chico delante mío se inclinaba al escritorio para hablar con la mujer que atendía.

No pasó más de un minuto, ésta le sonreía y reía encantada. Luego el chico se volteó tras un suave "gracias" y entonces me helé cuando su mirada se encontró con la mía.

El plan de escapatoria no era una opción, el chico se quedó viéndome con el ceño fruncido.

Oh, vaya, está enojado. Lo sabía, sabía que no me saldría con la mía tan fácil.

- Espera tu eres...

- La chica que te golpeó, sí - Dije deambulando mis ojos por mis pies.

- ¿__...

- ______.

El chico rió porque volví a acabar la oración por él. Ya no llevaba una venda, ahora la pequeña herida estaba al aire libre.

- Sí, Serena me lo dijo ¿Se conocen?

Asentí.

- Pronto no quedará nada - Dijo señalando el lugar donde lo golpee, al percatarse de que yo no quitaba mis vista de allí.

- Oh, sí, lo siento tanto - Me disculpé una vez más.

El chico, que si no me equivoco Serena llamó "Liam Payne", me dio una media sonrisa.

Volví bajar la cabeza llena de vergüenza, casi pude oír a Liam suspirar. El momento se tornaba incómodo, no había manera de fluir una conversación conmigo, no cuando me encontraba en esa posición con él.

- Tengo tu pañuelo. - Dijo quebrando el silencio.

Para cuando miré hacia atrás, otra persona había tomado mi lugar en la fila. Él se quitó la mochila que colgaba de su hombro y abrió un bolsillo, sin encontrar nada.

- Debo haberlo dejado en casa.

- Oh, está bien, no es nada.

Liam asintió, dejando ver la sombra de una sonrisa. Enrojecí.

- ¿Y... Qué haces aquí? - Preguntó, haciendo ademán con la cabeza hacia la recepción.

- Busco horarios - Contesté viendo como la fila avanzaba sin mí.

- Creí que ya estabas en fútbol - Bromeó, reí.

Pero al recordar todo lo acontecido, el sonido se tornó amargo y desapareció en segundos.

Liam encaró una ceja percatándose de mi lapsus repentino.

Suspiré antes de contestar.

- Me corrieron del equipo.

Él abrió sus ojos con sorpresa.

- ¿Por lo de el golpe? - Preguntó casi indignado.

Me encogí de hombros.

- Solo quiero aclarar que no fue a propósito - Repliqué, a mis espaldas la recepcionista había quedado libre - Lo siento, tengo que irme.

Giré sobre mis talones, él no respondió.

Para cuando tuve la lista en mis manos y voltee, Liam ya no estaba allí.

Había sobrevivido a una breve conversación con el quarterback del equipo contrario cuyo afecto hacia mí debía ir de cero a negativo.

La mitad del día llegó sin decisión alguna, el papel de deportes ahora doblado en 4 aún me acompañaba en mi bolsillo trasero.

Suspiré dejando mi bandeja frente a la de Julie.

- ¿Esas caras largas? - Preguntó ella en cuanto me vio desplomarme en el asiento.

Le expliqué lo ocurrido desde la última vez que hablamos, Julie abrió los ojos sorprendida.

- ¿Te echó del equipo? - Preguntó incrédula.

Asentí, sin querer dar detalles de aquella conversación.

- Ahora tengo que escoger otro equipo - Dije con pocos ánimos, metiendo la mano en el bolsillo de mis jeans y sacando la lista de deportes.

Pero era en vano, fútbol había sido mi golpe de suerte.

Por la tarde me encontré a mi misma sentada en una banca apartada en el vestuario, este se encontraba vacío, hacía diez minutos había acabado el movimiento. Las chicas se habían colocado su uniforme de gimnasia y yo solo observé mis pies, hasta que el lugar se tornó silencioso.

Disponía a colocarme mis auriculares hasta que acabase el partido de volleyball de Julie, pero el sonido de unos pasos me instó a esperar a comprobar quien era.

La boca se me secó cuando Serena Baltimore asomó su cabeza, encontrándose efectivamente, con mi expresión perdida.

Llevaba su cabello dorado recogido en un moño, la camiseta apretaba perfectamente su torax marcando sus pechos y sus shorts dejaban nada a la imaginación de sus largas y finas piernas.

Se acercó a mí y con las manos entrelazadas sobre su regazo, se sentó a mi lado.

Primero me pareció extraño, pero conforme comenzó a hablar, olvidé ese detalle insignificante.

- Oí que no te apuntaste a otro equipo - Dijo en un tono severamente cortante, siquiera volteó a verme - Volverás al equipo de fútbol - Agregó después.

Abrí mis ojos sorprendida, Serena volteó a verme, parecía molesta. El tono reseco de su voz y la manera en que prácticamente me escupía las palabras.

- Vaya, Serena ¿Enserio? Gracias - Me apresuré a decir.

Ella asintió con una mueca.

- Solo... No vuelvas a meter la pata ¿Quieres?

Me encogí de hombros, por dentro sonriendo, hacía mucho que las cosas no salían como yo las quería, pero ¿Por qué el repentino cambio de opinión en Serena?

Luego de alistarme, salí con una energía poco común en mí, pero aún así se sintió bien. El equipo se encontraba calentando y me uní a ellas recibiendo un "Tarde, Gallagher" Por parte de la entrenadora.

Supuse que Serena no llegó a avisarle que me iba a correr del equipo, eso me ahorraría otro malentendido.

En las gradas había menos personas que ayer, para mi fortuna. Faltaba el equipo de football de Capeside, el que no estuviera el quarterback Liam Payne me generó una mezcla de alivio y miedo. Alivio, pues no tendría que lidiar con la tensión de no "meter la pata" como diría Serena, golpearlo otra vez sería la última gota para desbordar el vaso. Y el miedo, venía justamente por ello, la idea de que Liam y su equipo no estuviese allí debido al episodio de ayer me asustó.

El partido culminó con una segunda victoria a nuestro favor, Becky se había lucido nuevamente.

Recibí unas palmadas de aliento en mi espalda por parte de la entrenadora Traverso, lo que me dio a entender que después de todo, no había hecho un mal trabajo.

Una vez duchada y cambiada, me dirigí con Julie a la salida del instituto, donde encontramos folletos pegados por todas las paredes.


-


¡Gracias por los comentarios!
Si conocen a Juli (se que la mayoría lee esta novela porque ella se las recomendó desde la suya), quería darle una noticia que ella misma va a ampliar en su blog.
Con Juli, iniciaremos una novela, ella la crea y yo la escribo básicamente, jajaja.
Como ya dije, más tarde ampliaremos.
Las quiere,
Ana

Pd, si quieren saber algo o necesitan ayuda o alguien con quien hablar: Ask.fm/FlowerCrownGirl

martes, 5 de noviembre de 2013

Capítulo 3

make it perfect.♥

- Me huele a comienzo de película romántica.

Julie estiró sus brazos pasando las manos detrás de su nuca, negué con un movimiento de cabeza.

- A mi a humillación ¿Por qué estas cosas sólo me ocurren a mí? - Repliqué escondiendo mi rostro entre mis manos.

Había pasado media hora desde el partido, momento que aproveché para encontrarme con Julie en la cafetería y contarle de mi episodio.

Ella se encogió de hombros, dándole un mordisco a su emparedado.

- ¡Eh, Gallagher! 

Alyssa Reighol caminó a paso decidido hacia nosotras y se detuvo justo para posar una mano en mi hombro, que retiró al instante, porque tanto para ella como para mí, era incómodo. No eramos amigas.

- Juraría que no fuiste tú la que pateó ese balón ¡Vaya, Gallagher! Le diste toda una lección a esos idiotas.

Me miró con fascinación, como si de verdad admirase mi acción.

- No fue intencional - Fue todo lo que pude decir.

Alyssa se cruzó de brazos por encima de su pecho, mirándome desde su altura, mientras yo me encogía en mi asiento.

- No irás a decirme que esos babosos no se lo merecían.

Me encogí de hombros.

- Como sea, bajo esa débil fachada tiene que haber una enorme chica ¿Verdad? Porque acabas de noquear al quarterback del Instituto Capeside.

Soltó una carcajada, la piel se me erizó.

- Hablando de roma... - Canturreó mientras se alejaba a paso volado.

Entonces me voltee, y lo encontré a él, entrando a la cafeteria.

Ahora llevaba una gaza más profesional que mi humilde simulación, esta le rodeaba la cabeza. Pero lo que más me llamó la atención, es que entrara del brazo de Serena Baltimore.

Serena enroscaba su mano alrededor de su antebrazo, y caminaba a paso lento muy cerca de él, como si llevase consigo a un soldado herido recién salido de la guerra.

Suspiré, apoyando el codo en la mesa y llevando el peso de mi rostro a mi mano girando para que él no me reconociera. Serena debió haberlo hechizado con solo verla caminar, y por supuesto, él también la habría atraído, él era atractivo. 

Podía imaginarme la escena en la que él le contaba lo sucedido, ella le preguntaría quién fue la insulsa que causó era horripilante herida, y, tras una breve y patética descripción, Serena llegaría a la conclusión de que fui yo.

Y luego de eso, no quedaría más que humillación, ella me describiría en pocas palabras como esa chica común, que pasa desapercibida, de la que poco se sabe. Tal vez añadiría algún detalle de mi falta de confianza o de lo tonta que luzco al transitar los corredores.

Que va, solo sería un semana y no tendría que lidiar con la vergüenza que ahora cargo en mis hombros. Para cuando sane su herida en la ceja, él ya se habrá olvidado del episodio, y más importante, de mí.

- ¿Qué ocurre, _____? 

Mis instantes calladas llamaron la atención de Julie, que fijó su vista donde yo la tenía segundos antes.

- Oh... Es él ¿Verdad?

Asentí con la mirada fija en un punto de la mesa.

- Y está con Serena Baltimore ¿No que tú eras su enfermera?

Mi amiga rió, la fulminé con lo que me quedaba de dignidad.

- Como si tuviera oportunidad frente a ella ¿Has visto lo bien que le sienta el uniforme deportivo? Cuando todas parecemos hombrecillos en pantalones... - Bufé.

- Vale, sí, eso no lo discuto ¡Pero él está buenísimo! 

Perseguí con mis ojos la mesa en la que Serena y él acababan de sentarse, él se veía bien, distendido. Sus piernas se flexionaban cómodamente debajo de la mesa, sus manos estaban juntas debajo de su mentón y asentía sonriendo a lo que ella le decía.

Tenía las facciones más masculinas que vi en mi vida, a pesar de su fina capa de cabello, podía verse un color castaño. Y sus ojos eran mieles, miraba atento cada movimiento de Serena, y yo lo miraba a él. Le brindaba una atención fantástica, y es que, sin duda, ella lo debería estar encantando con cada palabra.

- Eh, tierra a ______ - Las manos de Julie pasaron por delante de mí agitándose graciosamente.

- Lo siento, me distraje un segundo viendo como...

- Sí, lo se - Me interrumpió - Pero no sucederá.

- Vaya, eso fue algo abrupto.

Julie suspiró.

- Lo siento, sabes que soy así de directa. No quiero que te ilusiones, probablemente sea un idiota como el resto del equipo de football.

- Oh, por supuesto. En primer lugar, no se fijaría en mí - Reí.

- Ni en mí - Añadió ella, sospecho que con la esperanza de hacerme sentir mejor.

Pero la verdad es que siquiera soñaría con la posibilidad de que volviera hablar con él, a menos a que fuese él quien se acercase para recriminarme lo torpe que fui, y como arruiné su atractivo rostro.

En cuanto volví a casa esa tarde, solamente abrí mi laptop para continuar un trabajo de literatura, pero me sentía inútil. Terriblemente inútil.

Por alguna razón, después del almuerzo me vi a mi misma cayendo en una tonta reflexión, una que incluía a Serena como punto central ¿Sería ella más feliz que yo, por el simple hecho de tener una vida social más... Activa?

Serena había avanzado diez veces más que yo en menos de cinco minutos, de lo que yo hice en un cuarto de hora, y con el mismo chico.

Me miré en el espejo, imaginando la figura de Serena a mi lado. Entonces todo encajaba. Su metro setenta y cinco me aterrorizaba, su brillante melena rubia superaba a mi aburrido, lacio y sin gracia cabello color marrón.

La lista era infinita, y solo hablo de los atributos físicos. Serena podría aniquilar a cualquiera con tan solo lanzar una miradaza con sus ojos color azul océano. Sus curvas le daban cien vueltas a las casi inexistentes mías.

Siquiera quise acercarme al territorio emocional, mi inseguridad contra su gracia y encanto natural, sería una catástrofe. Vivía encerrada en un mundo donde vagamente hablaba con chicos, mientras ella besaba uno distinto todas las semanas.

Me escondí en un suéter gigante para ahogar esa insatisfacción, olvidar mi de repente espantosa apariencia física; y por un momento me pregunté, que se sentiría estar en los zapatos de Serena Baltimore.

Al día siguiente, salí abrí la llave del lavado de mujeres del instituto, casi sin darme cuenta que la misma chica por la que ayer lamentaba mi existencia se encontraba retocando su lip gloss, en el lavabo de al lado.

Evadí el contacto visual, manteniendo mis ojos en el movimiento de mis manos frotándose bajo el agua, me sobresalté cuando oí mi nombre.

- Eh, _____ - Volvió a llamarme la rubia, mientras guardaba su labial en un pequeño y delicado bolso rosa.

- Hola, Serena - La saludé con una pequeña sonrisa.

- ¿Cómo ha ido el partido de ayer?

Ahora apoyaba su costado contra el lavabo, girándose directamente hacia mí.

Algo me decía que la pregunta iba más allá.

- Oh, bien, de hecho, ganamos - Contesté en suaves pausas, características de mi timidez.

Serena asintió sin borrar la sonrisa.

- He oído acerca de ello - Contestó, pasando un rebelde mechón rubio detrás de su oreja - Pero tendré que sacarte del equipo.

- ¿Qué?

Ella asintió apretando sus labios.

- ¿Sabes, ______? La reputación es importante, y ayer no golpeaste a cualquier chico - Revoloteó las pestañas en un gesto coqueto - Sino que a Liam Payne, el quarterback del equipo.

Un nudo se apretó en mi estómago.

- No fue intencional, yo me disculpe...

- Lo sé, se que una chica como tú no haría semejante brutalidad. Pero ellos no te conocen.

Nunca perdía la suavidad en su voz y eso me sacaba de quicio, cada vez que hablaba con ella se sentía como una maestra del kinder a su niño.

- ¿Estás insinuando que piensa que lo hice por gusto?

Serena se encogió de hombros, dándome a entender que no necesitaba contestar.

- Sólo mantente lejos de los problemas - Dijo sacudiendo mi hombro con su mano al pasar.

Y en ese momento me di cuenta que Serena era mucho más de lo que yo podría siquiera aspirar.


-


Gracias por todos sus comentarios, son las mejores.
Espero que disfruten el capítulo :)
Las quiere,
Ana

sábado, 2 de noviembre de 2013

Capítulo 2

Hola

El césped estaba húmedo, había sido regado recientemente. Me sentía como un insecto bajo microscopio, pero esta vez, ese sentimiento era compartido.

Estábamos entrenando, o más bien pateando balones de un lado a otro ¿Qué podía tener aquello de excitante? Nada, pero el equipo masculino de fútbol de Capeside parecía ver más allá.

Los últimos quince minutos habían estado echados cómodamente en las gradas, observándonos entrenar sin ningún tipo de disimulo.

Eran al menos diez, demasiado hombres para no intimidarnos, atléticos y fuertes.

- ¡Eh, manada de cerdos! ¿¡Acaso no tienen nada mejor que hacer!?

La voz de Alyssa Reighol acabó por despistarnos a todas, la chica pelirroja que practicaba conmigo abrió ligeramente la boca con las cejas encaradas.

Alyssa simplemente se quedó allí, con las manos a cada lado de su cadera, con la mirada cargada de enojo hacia los chicos que ahora improvisaban estar teniendo una conversación de equipo.

Cuánto valor, pensé. No oí a nadie rechistar, pero por dentro, se que el montón de chicas avergonzadas lo agradecían en voz baja.

Sacudió su corta melena con indiferencia, que ahora además de tener las puntas rojas, había decidido mecharlas con un azul gótico. Alyssa Reighol era todo un personaje.

- ¡Muchachas!

La entrenadora Traverso agitaba sus manos desde la punta contraria a los chicos en las gradas.

Impaciente, tomó el silbato entre sus labios y chifló, obligándonos a trotar ligero para llegar a ella.

- Bien, chicas, será sencillo. Beckery y Mane irán a la delantera.

Kira Beckery, la rubia atleta de buenas calificaciones asintió emitiendo un gracioso gruñido de guerra.

Traverso continuó por darle un puesto al resto, crucé los dedos detrás de mi espalda para que me nombrara suplente, suplente por favor, suplente por fav...

- Gallagher, medio ofensivo central.

Era prácticamente chino para mí, mi cara debió reflejarlo porque la entrenadora puso los ojos en blanco y bufó.

- Te paras en el medio de la cancha y si te llega el balón, lo pateas a otra compañera.

Asentí tragando saliva y esperando no meter la pata.

Entonces me encontraba allí, parada exactamente donde se me fue asignado, recibiendo miradas asesinas de las contrincantes. Y también, recibiendo la atención de las gradas que, sorpresivamente, se encontraban bastante pobladas.

Los chicos de Capeside comenzaron a aplaudir y alentar a sus compañeras, miré mis pies distraídamente mientras esperaba que el arbitro de inicio al partido.

Aquel primer tiempo fue agotador, no recuerdo momento en que mis pies hayan estado quietos. Todo había comenzado bastante bien, cumplí mi tarea al pie de la letra. En cuanto recibía un balón o una contraria lo llevaba hacia mi zona, obligaba a mis pies a hacer los movimientos correctos consiguiendo una actuación no excelente, pero satisfactoria.

Para cuando acabó el primer tiempo, ganábamos por un gol de ventaja anotado por Kira, quien recibió cumplidos de parte del público. La rubia los recibió con la cabeza en alto y mucho estilo.

Y yo me encontraba con las manos en las rodillas, dejando que todo el peso de mi torso cayera sobre ellas.

Una fuerte palmada en mi hombro casi me hace perder el equilibrio y caer de boca al césped.

- ¡Buen trabajo, Gallagher!

Creo que fue la primera vez que la entrenadora Traverso me sonreía, tendría que sentirse bien, pero me resultó sombrío.

Otra vez el equipo se encontraba reunido, Traverso decidió que habían cambios que hacer. Mane sentía una enorme molestia en el tobillo, tras patear el balón de mala manera.

- No puedo dar un paso más - Jadeó dejándose caer en la banca.

Luego de que la entrenadora atara una bolsa de hielo a la zona herida, volvió a acercarse al resto del equipo.

Sus dedos se clavaban contra sus sienes, cerró los ojos con fuerza, estresada.

- Gallagher ¿Dónde estás? - Habló con los ojos aún cerrados.

Me metí entre las chicas para quedar al alcance de su vista, ella abrió los ojos y me señaló.

- Reemplazarás a Mane y Alexa entrará en tu lugar.

Alexa, una chica robusta y tímida alzó su rostro asustada cuando oyó su nombre.

Compartimos una mirada, ninguna quería estar en ese lugar.

El arbitró pitó para que volviéramos a la cancha.

- ¡A jugar!

- Espere, entrenadora, yo no... - Balbucee, pero la mujer me tomó efusivamente de los hombros.

-  No irás a estropearlo ahora, Gallagher. Confío en ti ¡Ve!

Y tras un no tan delicado empujón, yo volvía a aquella pesadilla.

Ahora tenía un lugar central ¿Por qué? No lo sé, le rogué a Alyssa que cambiara conmigo, pero todo lo que recibí fue una risa amarga.

Eludes, atrapas, pateas, mi mente no dejaba de trabajar los pasos.

El balón volvió a estar en juego, un temblequeo me recorrió el cuerpo.

Los minutos pasaban, Kira cubría la mayor parte de mi trabajo, y sino, yo me las arreglaba para poder otorgarle el balón en cada oportunidad que se me presentaba.

Para los próximos diez minutos, Kira anotó. 2 a 0, el equipo ganaba.

Esto pareció incentivar el espíritu de la entrenadora que de pronto se levantó de la banca y no dejó de gesticular con las manos enviando órdenes y gritos de aliento.

"¡Vamos, Gallgher! ¡Es tuyo! ¡Corre!"

Parecía que me hablara mi subconsciente.

Quedaba menos de un minuto de juego, ya casi saboreaba el estar en mi cama, aplastando mi cabeza contra la almohada, sintiendo las suaves colchas de algodón contra mi piel.

- ¡¡¡Patea, _____!!!

Aterrada voltee ante el grito de Kira, que se encontraba acorralada por dos jugadoras, la pelota iba en el aire, en caída libre en mi dirección.

Piensa, _____, piensa. Devolverle el pase Kira no era una opción, el balón cayó a mis pies.

Corrí con él pateticamente hasta llegar al área, deseando estar lo suficientemente cerca para no errar el tiro. Pero como si fuesen correcaminos, dos chicas del equipo contrario avanzaban a enorme velocidad hasta mí.

Cerré los ojos, me cargué de coraje y patee con todas mis fuerzas.

El silbato culminó el juego y solo ahí, me atreví a abrir los ojos.

Pero el lugar pareció quedarse en silencio, miré el arco, pero el balón no había entrado allí, ni siquiera fuera de sus alrededores ¿Qué hice?

Entonces en las gradas lo vi, una pequeña multitud de personas metidas unas entre otras. No cualquier multitud, sino los chicos que Alyssa había regañado más temprano.

Sin pensar corrí hacia allí, mi corazón golpeaba fuerte y las costillas me dolían del cansancio. Subí los asientos de dos en dos con la respiración agitada.

Me abrí paso entre las personas y entonces lo vi, el balón rodando a un lado cayendo a mis pies. Me horrorizó ver que tenía una pequeña mancha roja.

Entonces alcé mi mirada, el chico se cubría el ojo con ambas manos, pequeñas salpicaduras de sangre manchaban sus manos, tenía los ojos cerrados con una mueca de dolor.

Me acerqué temerosa a él y toqué su hombro con el corazón en la mano.

El chico abrió los ojos para verme.

- Oh, por dios, lo siento tanto - Fue lo primero que me salió.

El pecho me subía y bajaba.

- Estoy bien - Dijo en voz baja, sin dejar de taparse la vista con las manos.

Negué con la cabeza en un frenético trance y le tomé el brazo con más fuerza.

- Vamos, tengo que llevarte a la enfermería.

El chico se levantó y las personas se dispersaron para dejarnos pasar sin quitar los ojos de encima. Mantuve mis manos encima de él, guiándolo en cada paso para evitar que tropezara.

El chico me llevaba al menos treinta centímetros de altura, mi brazo cubrió la parte baja de su espalda mientras el otro apretó el costado de su torso. Era fuerte y duro.

- Lo siento tanto... - Sollocé sacándolo fuera de la cancha. - Dios, soy tan estúpida.

Me pareció que el chico soltó una risa silenciosa, pero mi corazón latía con tanta fuerza y mis nervios picaban a flor de punta dejándome totalmente por fuera de la realidad.

Cuando llegamos a la enfermería, lo guié hasta la camilla donde se sentó.

- ¿Dónde está la enfermera cuando la necesitas? - Me dije en voz alta, frustrada.

Pero el chico aún sangraba y no podía retirar la mano de la herida.

Tomé un paño que había sobre una repisa y lo mojé con agua caliente en el lavabo que tenía frente a esta.

Me acerqué temerosa a él, entonces abrió su ojo sano, y en cuanto vio el paño quitó cautelosamente la otra, dejando ver un tajo en su ceja derecha.

Me cubrí la boca evitando que un grito salga de ella.

Él simplemente entrelazó sus manos manchadas de sangre sobre su regazo, entonces mi mano temblorosa llegó a tocar su rostro con el paño.

Primero limpié la sangre alrededor en un silencio incómodo, nadie emitió palabra. Pero en cuanto el paño caliente rozó la herida, soltó un quejido.

- Lo siento - Me apresuré a decir.

La sombra de una sonrisa se asomó por su rostro.

- Sí, eso ya lo has dicho - Contestó con humor.

Pero no podía descifrar si se encontraba furioso al respecto o no.

Procuré rozar delicadamente la parte de la herida, presionando y soltando cuando él gruñía de dolor. Tenía los labios apretados, aguantando.

- Traeré una venda.

Me di vuelta para abrir los cajones de la repisa buscando desesperadamente algo para evitar que la sangre siguiera saliendo.

Encontré un algodón y lo mojé con un poco de alcohol que había junto al paño para desinfectar la herida.

- Escuece - Se quejó entre dientes.

- Lo sé.

Tomé un pañuelo que tenía atado a mi muñeca y presionando el algodón contra la herida, lo até alrededor de su cabeza.

- Esto evitará que sigas sangrando - Suspiré sin dejar de mirar la zona afectada con mi labio inferior entre mis dientes.

- Ese fue un gran tiro - Dijo con una pizca de gracia en sus ojos mieles.

No sé si intentó hacerme reír o me lo recriminó.

- Me siento tan culpable - Repliqué tapando mi cara entre mis manos - Te va a salir un buen moratón.

Suspiré dejando caer mis hombros.

- De veras lo siento.

Él asintió, su boca se abrió para decir algo más pero entonces la enfermera entró. Enhorabuena.

- Vaya ¿Qué tenemos aquí?

La mujer de cincuenta años se movió entre nosotros y observó con gracia mi improvisado tratamiento.

- Yo... Lo golpee con un balón - Dije sobando mi antebrazo, de repente me había atacado el frío.

La enfermera me miró con una ceja encarada y luego asintió.

- Esta bien, vete para que pueda atenderlo. - No sonó muy feliz.

¿Acaso pensó que lo había hecho a propósito?

Suspiré.

- Lo siento - Le dije una vez más al chico antes de irme.


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¡Gracias por los comentarios!
Bueno, acá les dejo un mega capítulo, que lo disfruten :)
Las quiere,
Ana


viernes, 1 de noviembre de 2013

Capítulo 1

dstroyed.ushttp://lmprovident.tumblr.com/


"Hay cuatro clases de personas en este mundo, los que nunca cometen errores, los que no hacen más que cometer errores, los que hacen ambos y los que no hacen nada ¿A cuál perteneces?"


Los folletos impresos en blanco y negro parecían tener suficientes copias para no dejar que nadie olvidase aquella estúpida frase. 

- ¿Y qué tiene que ver esto con la competencia de deportes? 

La chica de cabello negro con las puntas rojo fuego sacudió su mano con indignación, haciendo que su colección de brazaletes con pinchos hicieran ruido al chocarse unos con otros.

Volteó a verme, no hice más que encogerme de hombros.

Alyssa Reighol volvió a suspirar frustrada y arrancó de un solo tirón el anuncio, haciéndolo una bola arrugada entre sus manos.

Una animadora a pocos metros vio el acto y la fulminó con la mirada.

¡No necesito esta mierda! - Canturreó devolviéndole el gesto a la chica.

Luego pasó por su lado y chocó su hombro para seguir caminando. Sus piernas dieron grandes y secas zancadas por el corredor, dejando a las personas a nuestro alrededor calladas, incluyéndome a mí.

- ¿Y tu cariño? ¿Qué estás esperando para apuntarte?

La benévola pero picante sonrisa de Serena Baltimore me puso los pelos de punta.

Por supuesto que estaba intentando ser amable conmigo, necesitaba algo de mí. Llevaba su brillante melena rubia ajustada en una coleta alta, ni un pelo fuera de lugar. Sus pantalones ajustados y claros le sentaban a la perfección gracias a la fina capa de bronceado que llevaba su piel.

Su camisa blanca con los dos primeros botones abiertos dejaban ver el valle de sus pechos y se amoldaba perfectamente a su cintura y torso.

Siempre se veía hechizante para los chicos e intimidante para las chicas como yo.


Encaró sus cejas sin dejar de sonreír para llamar mi atención.

- Lo siento... ¿Qué? - Fue todo lo que conseguí decir.

Sus labios se tornaron burlones y supuse que estaría apretándolos para no reírse de mí en ese momento.

 - Recuerdas que la semana entrante comienza la competencia intercolegial ¿Cierto?

¿Hola? Tu misma te encargaste de empapelar el instituto entero en caso de que quisieramos olvidarlo.

Usaba un tono de voz suave, como si se estuviera dirigiendo a un niño de cinco años. Me trague un bufido y me limité a asentir.

- Aún no sé en que deporte inscribirme.

Serena inclinó su cabeza a un lado y comenzó a escanearme con la mirada.

- No eres lo suficientemente alta para basquetball - Dijo apoyando el dedo índice en su mentón - ¿Qué tal fútbol? 

- Serena, no creo que...

- ¡Oh, mira! - Me ignoró señalándo la lista que llevaba en sus manos - Falta una chica para llenar el equipo de fútbol ¡Qué afortunada!

Y en ese instante desee ser Alyssa Reighol para lanzar un puñetazo a su delicado rostro.

- ¿Tu nombre?

Fruncí el ceño con una mueca de disgusto, pero no me apetecía -o no tenía agallas- para recriminarle el hecho de que nos conociésemos del jardín de niños.

- ______ Gallagher.

Sin siquiera mirarme, sacó una lapicera de su bolso y la dirigió a su planilla con una sonrisa triunfadora.

- Pues comienza a entrenar, ______, nos haría ilusiones ganar este año.

Asentí metiéndo las manos en mis bolsillos y en cuanto Serena se volteó con grandes aires en dirección opuesta a la mía, dejé escapar todo el aire que tenía dentro.

Estúpida Serena, estúpida semana intercolegial de deportes y por ende, estúpida yo.


-



- ¡Gallagher, llegas tarde!

Alcé mi mano en modo de disculpa mientras cruzaba el camino de las gradas al campo deportivo.

La entrenadora Traverso posicionaba sus manos lado a lado de sus caderas con un gesto de disgusto. Hoy traía un deportivo color azul y el silbato tirante colgando de su cuello.

El resto de las chicas -no llegaban a ser más de diez a mi favor- se encontraba trotando de una punta del campo a la otra.

Traverso siguió mi mirada y movió su cabeza entorno a ellas, ordenándome en silencio que me uniese.

Mis descoordinadas piernas hundieron el césped bajo mis pies y cuando acabé mi primer vuelta, el pitido agudo del silbato nos detuvo.

- ¡A patear balones!

Mi cuerpo aterrizó en una de las bancas del vestuario casi dos horas después. El sudor que se acumuló en mi espalda no tardó en pegarse asquerosamente a la madera debajo de mí.

Me sentía enfrascada entre la humillación y la agonía, cada uno de mis músculos se retorcían en continuas quejas.

Incluso Alyssa Reighol logró un desempeño superior al mío, recibiéndo aclamaciones por haber dado en el ángulo superior izquierdo de aquel atemorizante arco de fútbol. Ella respondió mostrando el dedo del medio y dejando en claro que el trabajo en estilo no era su estilo.

Y allí estaba yo, en mi débil intento de siquiera rozar el balón con mis manos, la entrenadora Traverso confirmó que guardametas no sería mi posición en la competencia.

- Oh, vaya, no sabía que filmarían una escena de The walking dead contigo de protagonista.

Abrí mis ojos, una sonrisa traviesa en el rostro de Julie que me miraba desde arriba.

Llevaba su imponente cabello castaño atado en una única trenza, con algunos mechones cayendo detrás de sus orejas.

Me tendió la mano para que pueda incorporarme, en cuanto lo hice, vi que ella también portaba el uniforme de gimnasia.

- Me apunté en volleyball - Dijo ella.

Julie podría apuntarse en cualquier deporte y no le ocasionaría un problema al equipo.

- ¿Por qué no en fútbol? - Pregunté con la esperanza de que pudiese cambiar para no estar sola en el equipo.

Se encogió de hombros y se paró frente a un espejo, la seguí.

- Vaya, iba enserio lo de The waling dead - Comenté con una mueca de disgusto.

Llevaba unas asquerosas ojeras oscuras bajo mis ojos, tenía mis ropas echas un asco, arrugadas y sucias. Mi cabello había perdido la noción del atado y pegajosos mechones se adherieron a mi frente. Una completa y desagradable zombie.

La mano de Julie se apoyó en mi hombro.

- Anda, duchémosnos.

Veinte minutos, aroma a champú y ropa limpia después, caminábamos los corredores del instituto como renovadas.

Era el final de un viernes sin mucho más que decir, solo quería utilizar el fin de semana para prepararme psicológicamente para la competencia intercolegial de deportes.

Una semana aterrorizante para los eslavones débiles del deporte como yo se acercaba, y esta vez, no corría con la suerte de competir contra el internado de Maryland.

- La falta de compromiso por parte de la directiva de Maryland, no nos ha dejado otra alternativa que reestablecer el vínculo con el Instituto Capeside. Queridos alumnos, les damos el agrado de anunciar que la semana de deportes intecolegial, se realizará en conjunto con el Instituto Capeside.

Para culminar el discurso, el principal juntó sus manos esbozando una enorme sonrisa.

- ¿Y dónde se supone que está ese lugar?

No era noticia que Julie se estuviese quejando del repentino cambio, el internado de Maryland nos ponía las cosas fáciles al no involucrarse en lo absoluto en lo que refiere a la competencia. Un nuevo instituto contra el cual competir, podría traer significantes cambios en la preciada racha ganadora del nuestro.

El lunes por la mañana, até mis cordones con fuerza, acomodé mis shorts de deporte y suspiré intranquila ante mi reflejo en el espejo.

Mientras me dirigía al salón de juntas, no pude evitar mi mueca de sorpresa al ver que los estudiantes de Capeside ya se encontraban en nuestro territorio.

Mis ojos vagaron por los individuos de uniforme azul, con el escudo de su instituto grabado en cada camiseta. En su mayoría, eran altos, atléticos e intimidantes.

Pero lo que más resaltaba de ellos, era la cantidad de componente masculino, que sin duda doblaba al femenino.

Julie agitó su mano en cuanto entré a la sala de juntas. La ceremonia no había comenzado, las personas aún se dispersaban, se daban vuelta en sus asientos para conversar con sus amigos detrás, las voces sonaban en cada rincón.

Pero en cuanto las palabras de bienvenida sonaron detrás del micrófono por parte de la entrenadora Traverso, supe que me quedaban pocos minutos antes de estar frita.


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¡Mil gracias por los comentarios!
Aquí les dejo el primer capítulo, comenten con su opinión :)
Las quiere,
Ana